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La relación entre la Iglesia y el Estado (3/3)

La soberanía de Dios sobre toda autoridad

En las dos primeras partes de este artículo, hablamos sobre los principios que establecen la relación y las diferencias entre la iglesia y el Estado. A la iglesia no le corresponde gobernar cualquier nación, de la misma manera que al Estado no le compete gobernar y redefinir la familia, la educación, la ciencia, el arte, así como tampoco gobernar y controlar la iglesia cristiana porque todo eso ya lo definió Dios en su Palabra. El estado debe promover el bien y castigar el mal, proteger la propiedad privada y promover la justicia en todo tipo de relación. Y la iglesia debe de orar por sus gobernantes, someterse a las leyes justas según el orden de Dios en la creación, participar de sus obligaciones políticas como el voto, pero también resistirse al Estado cuando éste pierde su legitimidad como “siervos de Dios” según Romanos 13.

Por lo anterior también estudiamos, a la luz de la Palabra, los límites de la obediencia al Estado: cuando un Estado prohíbe hacer lo que Dios manda, o manda a hacer lo que Dios prohíbe; cuando deje de cumplir el propósito para el cual Dios lo estableció, pierde legitimidad ante Dios. En esos casos la desobediencia al Estado por parte de los cristianos no es una posibilidad, sino un deber.

Ante todo esto, en términos de autoridad, hay algo fundamental que debemos reconocer, y es que hay un solo ser que tiene el poder y la autoridad eterna, no es el Estado, no es la clase política, no es la Iglesia… su nombre es Jesucristo.

Toda la creación sirve a Dios, porque Él es el Creador, es el Soberano sobre cualquier autoridad terrenal. Y es por eso que, entendiendo que toda autoridad es delegada por Dios, no hay peor pecado para una autoridad delegada (político, padre de familia, maestros, etc) que no reconocer a Dios como Señor y como Aquel que le delegó autoridad. Solo Dios es soberano sobre todas las cosas, incluyendo la familia, el arte, la educación, la ciencia; no el Estado. Por eso el apóstol Pablo escribe en 1 Timoteo 6:15, “A su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores.”

Paz, justicia, seguridad y prosperidad cosas que solo Dios puede dar

A diferencia de lo que muchos pueden pensar, el Estado, los políticos y los candidatos no existen para lograr la paz de una nación, debemos quitarnos esa venda de los ojos. Dios nunca ha puesto al Estado para lograr la paz, ni la seguridad, ni el bienestar, ni siquiera la prosperidad económica; porque todas esas son las bendiciones que Dios envía a una nación que obedece sus mandamientos. Así lo declara la Biblia.

El Estado está para refrenar lo que Dios llama malo y promover en la sociedad lo que Dios llama bueno. Por lo tanto, como cristianos no debemos poner nuestra esperanza en la política, ni en los políticos, sino en Jesucristo, quién es el único que puede bendecir a la nación con paz, seguridad, justicia y prosperidad.

Ni el Estado salvadoreño, ni ningún otro estado en el mundo es redentor. El único Rey Soberano y Redentor es Jesús; por tanto, nuestra función como iglesia es predicar Su evangelio para la redención de todos los que crean Él, en todas las demás esferas. Debemos predicar a los políticos, a los pobres, a los ricos, a las personas de otras religiones, a la familia, a la ciencia, al arte… esa es nuestra función, pero poniendo nuestra confianza en el único Dios soberano que rige todas las esferas, su nombre es Jesús.

Si has puesto tu confianza en algún político, partido, gobernante o funcionario para alcanzar la paz, seguridad y prosperidad en El Salvador, arrepiéntete de dudar de tu Señor; porque ningún Estado puede traer a nuestro país las bendiciones que solo Dios puede dar. En lugar de poner tu esperanza en la política, deposítala en Cristo.

El único Rey eterno: Jesús

Isaías profetizó “Porque el SEÑOR será nuestro gobernante; el SEÑOR será nuestro legislador. El SEÑOR será nuestro Rey; él nos salvará” (Isa. 33:22). Hoy no podemos ver esta realidad con nuestros ojos, más por la fe tenemos la certeza que Jesús es nuestro gobernante, Rey, legislador y Salvador. Por eso, por la fe, predicamos esa verdad y proclamamos esa esperanza.

Sin embargo, todos sabemos por las promesas de la Biblia, que habrá un día en que toda la tierra y todas las cosas de la creación que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; verán esta realidad, y doblarán sus rodillas para confesar públicamente que Jesucristo siempre ha sido el Señor, gobernador, Rey y Salvador de todas las cosas.

Habrá un día en que nuestros ojos contemplarán a Jesús gobernando, quién ya lo hace en nuestro corazón; pero cuando vengan los cielos nuevos y la tierra nueva, nuestros ojos lo verán. Y solo hasta entonces vendrá la paz verdadera, la justicia y la seguridad eterna que tanto anhelamos en esta tierra.