La obediencia civil es necesaria, pero limitada
En la primera parte de este artículo desarrollé 3 de los 4 principios contenidos en Romanos 13, con referencia a nuestra ética cristiana de cara el Estado y a los gobernantes. En esta ocasión hablaremos del cuarto principio, la obediencia civil.
Romanos 13 nos muestra que hay dos razones por las cuales debemos someternos a nuestras autoridades, aun cuando no sean creyentes. La primera es para evitar el castigo; y la segunda, la más importante, es por causa de la conciencia. Cuando un cristiano entiende que los gobernantes son autoridades delegadas por Dios, solo que en otra esfera de la creación (diferente a la familia, a la iglesia, etc.), es fácil someterse a ellos; no para evitar el castigo, sino para glorificar a Dios quien los puso como autoridad, tal como afirma Prov. 8:15, “Por mí reinan los reyes, y los gobernantes decretan justicia.”
¿Significa entonces que nuestra obediencia civil al Estado debe ser ciega y absoluta? No. La obediencia civil es limitada porque hay ocasiones cuando desobedecer al gobierno trae gloria a Dios: cuando el Estado exige o impone que los ciudadanos hagan lo que Dios prohíbe, o cuando les prohíbe lo que Dios ordena. En esos casos la desobediencia no sólo es una posibilidad, sino que es un deber en el cristiano.
Veamos algunos ejemplos donde aparece este principio en la Escritura:
- Cuando las autoridades civiles prohibieron a los discípulos predicar el evangelio de Jesucristo (Hch 4:18-19), su respuesta fue: obedecer a Dios antes que a los hombres. Este principio no fue establecido por ellos, sino que lo vemos en toda la Biblia.
- En Éxodo vemos que Faraón emitió una ley para las parteras, ordenándoles matar a los bebes hebreos varones, pero ellas, por temor a Dios, desobedecieron (Éxo 1:17, 20). A pesar de desobedecer a la autoridad, Dios las bendijo y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera.
- 2 Cron. 22 nos narra que la Reina Atalía dio la orden de exterminar a todo el linaje de David, de donde vendría el Mesías. Josabet, hija del rey, desobedeciendo, tomó a uno de los descendientes del linaje de David y lo escondió. Cuando el niño tuvo la edad suficiente, los sacerdotes conspiraron contra la reina y fue coronado como rey legítimo. Era una conspiración política, pero Dios bendijo esa acción.
- Cuando Nabucodonosor obligó al pueblo a postrarse ante su estatua, los únicos que desobedecieron fueron Sadrac, Mesac y Abednego, y Dios los bendijo y los prosperó.
- El caso de Ester, que al enterarse que había una ley para exterminar a su pueblo, decide acudir al rey, aunque era contra la ley, aún bajo el riesgo de perder su vida.
- En el Nuevo Testamento vemos el asesinato de los mártires cristianos por razones políticas, ya que desde la perspectiva del Imperio Romano estaban en desobediencia y herejía, por no adorar al césar y a los dioses del imperio, sino a Jesús, como único Dios y Señor.
En la historia reciente tenemos otros casos: ante el nazismo de Hitler y contra el comunismo y socialismo que se dio Europa, la iglesia Confesional promovió una resistencia civil. Teólogos como Karl Barth, Dietrich Bonhoeffer, son considerados por el gobierno alemán como héroes de la resistencia contra el nazismo.
Cuando Corea del Sur estaba sufriendo la invasión japonesa, los cristianos reformados lucharon por su libertad y emancipación, y lo lograron. Muchos pastores murieron al resistirse a las injusticias que los japoneses les imponían.
¿Bajo qué circunstancias contemporáneas podría ser necesaria una resistencia civil al gobierno?
La resistencia civil es una necesidad cuando el gobierno pierde su legitimidad ante los ojos de Dios. Cuando ya no sirve al propósito de Dios, a su justicia y sus mandatos según el orden de la creación. Cuando los gobernantes exigen o imponen legalmente que los ciudadanos hagan lo que Dios prohíbe, o les prohíbe lo que Dios ordena. Por ejemplo:
- Si el Gobierno promoviera el genocidio, el asesinato de niños nacidos o no nacidos (aborto), debemos resistirnos y luchar bajo las vías legales y formales, porque la iglesia no tiene la espada, tiene el evangelio.
- Si en lugar de proteger la propiedad privada el Estado se apropia de ella, la desobediencia civil es necesaria, ya que está en contra de lo dispuesto por Dios. Acá menciono algunos ejemplos que nos da la Biblia: cuando el rey Acab confiscó la propiedad de Nabot, Dios lo maldijo. De los 10 mandamientos, dos protegen la propiedad privada, en el sentido de no apropiarse de lo que tenga el otro: esposa, tierra, ganado, etc. Cuando Dios les dijo a los hebreos que no eligieran un rey como las otras naciones, les advirtió en 1 Samuel 8:18, que ese rey tomaría sus propiedades: como sus hijos para el ejército, sus caballos, confiscaría sus tierras y los abrumaría con impuestos.
La expropiación de una propiedad privada no es algo que le compete al gobierno. Dios es el que te prospera como Él quiere, y el Estado está para proteger lo que Dios te da, no para quitártelo. Por esto, los sistemas socialistas, autoritarios o totalitarios como el comunismo y el nazismo, han demostrado ser los peores ante la faz de Dios en este sentido, pues en nombre de la igualdad privan a todos de sus libertades, apropiándose de sus vidas. Un ejemplo de ello es que entre los dos sistemas asesinaron a más de 100 millones de personas por sus ideales.
Igualdad no es igual a equidad. El gobierno debe procurar la equidad no la igualdad, porque si en nombre de la igualdad va a quitar a unos para darle a otros, es injusto, porque es lo que Dios les ha dado. Jesús nunca luchó por la igualdad, sino por el evangelio. ¡Incluso en el cielo no recibiremos igual recompensa!
- Si el gobierno estorba el progreso del evangelio y promueve o apoya a otras religiones desde el órgano ejecutivo o legislativo, se vuelve ilegitimo.
- Cuando un Estado utiliza la Biblia para promover su ideología, es ilegítimo. Ese fue el pecado del Rey Uzías cuando entró en el templo y asumió la autoridad de administrar los sacrificios, cosa que le correspondía a los sacerdotes. Fue lleno de lepra y murió.
En resumen, cuando un gobierno deja de ser una autoridad legítima de parte de Dios, por cuanto no sirve a los propósitos de Dios sino a los de sus partidos, de la mayoría o de Satanás; ya no es digno de respeto u honor civil, y debe ser confrontado legítimamente por los cristianos.