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Saqueando la casa del hombre fuerte

En Mateo 12:22-30 leemos el relato de Jesús sanando a un hombre oprimido por un demonio que había quedado mudo y ciego. No se nos dan detalles específicos sobre si la opresión demoníaca había causado tales incapacidades fisiológicas; por lo que sabemos, Jesús pudo haber expulsado al demonio y luego sanado la vista y el habla del hombre, o bien el hombre pudo haber sido sanado como resultado de su liberación espiritual. Pero lo que importa en este texto es que Jesús sanó al hombre por completo. Como resultado de presenciar esta sanidad, las multitudes se preguntaban si Jesús era verdaderamente el Hijo de David (Mt. 12:23). Jesús había sanado a los enfermos, había expulsado demonios, había hecho señales y prodigios poderosos, todo lo cual validaba su afirmación de ser la simiente prometida, el Mesías, el Cristo. El pueblo estaba presenciando el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento (Mt. 12:17-21; Is. 42:1-4; 61:1), y sin embargo dudaban porque Jesús no encajaba con el perfil esperado del Mesías. Ellos esperaban a un guerrero terrenal que establecería un reino terrenal y gobernaría según costumbres terrenales, restaurando los años dorados de Jerusalén no vistos desde el inicio del reinado del rey Salomón (1 Reyes 10:23-27). Pero Jesús no encajaba en ese molde. El reino que Cristo vino a establecer era mayor que cualquier reino terrenal, pero era de naturaleza espiritual, sin tomar aún una forma tangible hasta su segunda venida. El pueblo no entendía esto, habían malinterpretado a los profetas de antaño, y sus dudas naturalmente se manifestaban en expresión verbal porque Jesús no correspondía a la apariencia esperada de un rey terrenal, ni había sido ampliamente aceptado por el pueblo dado que las autoridades religiosas habían avanzado en difamar su nombre.

Ahora bien, aunque había quienes dudaban de Jesús, no cabe duda de que también había quienes creían. Y así como algunos creyeron, hubo quienes eligieron no creer. Para los fariseos, Jesús no podía ser el Hijo de David, no podía ser la simiente prometida, no podía ser el Mesías. Jesús tendría que haber cumplido con las expectativas militantes y políticas del pueblo judío, tendría que haber abrazado la tradición rabínica, y vindicado a las autoridades religiosas judías. Pero no hizo tal cosa. ¿Podían entonces cuestionar el poder y la autoridad de Jesús? Si lo hubiesen hecho, en medio de una señal pública como ésta, habrían sido ridiculizados hasta la vergüenza. Así que, en su lugar, cuestionaron la fuente de su poder.

En toda la realidad creada sólo puede haber dos fuentes de poder capaces de hacer y manifestar más allá de lo que el hombre puede hacer y manifestar: (1) Dios y (2) Satanás. Como resultado, acusaron a Jesús de emplear el poder del príncipe de los demonios, Beelzebú (Mt. 12:27). Pero como pronto habrían de aprender, los fariseos fueron imprudentes en su juicio. Según el relato de Mateo, esta calumnia no fue dicha en voz alta — seguramente fue mencionada en privado o en otras ocasiones, pero en este evento particular, los fariseos pensaban esto en su interior. Por eso el texto dice que Jesús discernía sus pensamientos (Mt. 12:25), y como quien corre una cortina, Jesús reveló lo que los fariseos estaban pensando. Y la multitud no habría estado del todo ignorante de esto; seguramente era una acusación que ya se había hecho contra Jesús — los fariseos solían provocar murmuración entre el pueblo. ¿Por qué, si no, habría luego una turba que exigiría la crucifixión de Jesús si los fariseos no hubieran logrado volver a algunos en su contra?

¿Cómo respondió Jesús a tal acusación? En primer lugar, Jesús explicó que no tiene sentido que un agente de Satanás se enfrente a otro agente de Satanás. Satanás es malvado en todos los aspectos, pero no es totalmente irracional. Todo reino dividido contra sí mismo se desmorona. Fue el principio del fin, por ejemplo, cuando el Imperio Romano se dividió en dos: el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente.[1] Así que no, Jesús no podía ser un agente de Satanás y hacer lo que había hecho. Además, los fariseos tenían sus propios exorcistas (cf. Hch. 19:13), ¿podían entonces ser acusados también ellos de lo mismo? ¿Se atreverían a decir que ellos también usaban el poder del príncipe de los demonios? Los exorcistas judíos habrían condenado a los fariseos por tal acusación. Expulsar a un demonio sólo podía ser posible por el poder de Dios. Pero aunque los exorcistas ciertamente habrían reprobado la evaluación de los fariseos, no tenían el éxito que Jesús tenía, de lo contrario el ministerio de liberación de Jesús no habría sido percibido como extraordinario. Jesús no sólo expulsaba demonios con una palabra, sino que infundía terror en los demonios (cf. Mc. 5:7-17). Jesús tenía autoridad y poder como ningún otro. Y el hecho de que Jesús expulsaba demonios significaba algo: significaba que el Reino de Dios había llegado. ¿Qué quería decir Jesús con esto?

Jesús preguntó cómo alguien podía entrar a la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes sin antes atar al hombre fuerte (Mt. 12:29). El “hombre fuerte” es Satanás, la “casa” del hombre fuerte es el mundo, y lo que Jesús está diciendo es que Él ha entrado por la puerta principal de la casa de Satanás para recuperar lo que le pertenece legítimamente. Jesús estaba diciendo, en esencia, que Él es más fuerte que el hombre fuerte, tan fuerte que puede atarlo y dejarlo impotente, y que de hecho lo ha atado (Ap. 20:1-3), y ahora está recuperando lo que es suyo. El Reino de Dios, en otras palabras, ha invadido el reino de Satanás, y el reino de Satanás ha estado resistiendo, porque es sólo cuestión de tiempo hasta que quede sin nada. Ese es un lenguaje sumamente fuerte, positivo, utilizado por Jesús. No ha venido escabulléndose por la puerta trasera, ni ha entrado sigilosamente por una rendija en la ventana. Ha entrado valientemente por la puerta delantera. Ha atado a Satanás. Y está saqueando el reino de Satanás. Y saqueará y saqueará hasta que no quede nada por saquear. Esto es lenguaje postmilenial en su expresión; esto es lenguaje del evangelio positivo, esperanzador y triunfante. Podemos ser tentados a pensar que este mundo se va al infierno en una canasta, pero eso es sólo por las noticias que leemos. Si tuviéramos los ojos del Espíritu, si pudiéramos ver lo que el Señor está haciendo a través de Su iglesia al proclamar y aplicar el evangelio, no sólo localmente sino en todo el mundo, veríamos a Jesús saqueando la casa del hombre fuerte. Los creyentes en Cristo son solo una de las muchas cosas que Jesús ha saqueado del reino de Satanás; hemos sido devueltos a nuestro legítimo Señor — aquellos del pasado que fueron llamados, los que están siendo llamados hoy, y los que serán llamados antes de la segunda venida de Cristo. Los escogidos del Señor son evidencia de que Jesús ha atado al hombre fuerte. Pero los escogidos no son el único premio, no son la única herencia del Hijo; la creación también lo es (Ef. 1:11; Col. 3:24; Heb. 9:15; 1 Pe. 1:4; Ap. 21:5). Y dada la relación entre el hombre y la creación, la cultura también lo es.[2]

Considerando todo esto, la afirmación que Jesús hizo entonces es tan válida hoy como lo fue entonces: Él ha atado al hombre fuerte, está saqueando la casa del hombre fuerte, y cuando regrese, regresará como el vencedor, y la iglesia habrá dado testimonio de ello a lo largo de su historia. Y todos los que hayan negado que Cristo haya vencido de la manera que lo ha hecho quedarán en silencio, y toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor (Fil. 2:10). No seamos como el pueblo que cuestionó el poder de Jesús (Mt. 12:23), no contristemos al Espíritu pensando que no tiene el poder suficiente para lograr una victoria tan abrumadora (Zac. 4:1), y abracemos al Jesús que fue profetizado en el Antiguo y revelado en el Nuevo, no sólo como el siervo sufriente (Is. 42:1-4; 49:1-6; 50:4-11; 52:13–53:12), sino como el guerrero divino que somete todas las cosas a sí mismo, para que al haberlas sujetado todas, las someta al Padre, quien es todo en todos (1 Co. 15:27-28).


[1] Consulta “Fall of Rome”, History Extra. Consultado 11 de Noviembre, 2023, https://www.historyextra.com/period/roman/fall-of-rome-how-why-when-roman-empire-collapse-romulus-augustulus/.

[2] La cultura es el resultado inevitable de la interacción del hombre con la creación.