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Martín Lutero y el mundo iberoamericano

Martin Lutero, profesor alemán, sacerdote y monje, prendió inadvertidamente las llamas de la Reforma protestante en toda Europa al clavar sus 95 tesis a la puerta de la iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517. Con la invención de la imprenta en el siglo anterior, las 95 tesis de Lutero (una disputa académica sobre las indulgencias) fueron tomadas de la puerta de la iglesia, reproducidas y distribuidas en toda Europa, y cultivaron un movimiento que cambiaría para siempre el rostro del mundo Occidental.

Lo que buscaban los protestantes del siglo XVI era la reforma de la Iglesia católica. Querían que la Iglesia regresara a la Palabra de Dios, la autoridad máxima y única para toda la vida. Sin embargo, los católicos romanos, en un esfuerzo por preservar su autoridad jerárquica y su tradición religiosa, intentaron aplastar la Reforma mediante la Inquisición. Aunque los católicos sí experimentaron una reforma eclesiástica bajo el cardenal Francisco Ximénez de Cisneros (1436-1517), con respecto a la doctrina permanecieron mayormente sin cambios, incluso después del concilio de Trento (1545-1563).⁠[1]

Varios libros describen la historia de la Reforma protestante y sus contribuciones a la sociedad occidental, como The Reformation in England [La Reforma en Inglaterra] de J. H. Merle d’Aubigné, The Legacy of Luther [El legado de Lutero] por el Dr. Stephen Nichols, y Protestants: The Faith that Made the Modern World [Protestantes: La fe que formó el mundo moderno] por Alec Ryrie. Pero ¿qué de Iberoamérica? ¿Cómo fue recibida la Reforma en las colonias españolas del Nuevo Mundo? ¿Y qué contribuciones hizo a la sociedad, en caso de que fuera así?

Aguas envenenadas

Aunque ciertamente hubo pre-reformistas, como Juan Hus (1369-1415) —quien dijo antes de ser quemado en la hoguera: “Quemarán un ganso, pero en un siglo tendrán un cisne que no podrán asar ni hervir”—, se le atribuye a Lutero, el cisne que Hus había predicho, el inicio de la Reforma.⁠[2] Por esta razón, los líderes de la Iglesia católica romana supusieron que cualquier ataque al protestantismo debía involucrar un ataque contra la persona de Lutero.

Mientras que, por su derecho propio, Lutero era un pensador, teólogo, lingüista, y reformista, las élites católicas romanas hicieron todo lo posibles por retratarlo como un corruptor y “cáncer necrótico y contagioso”⁠.[3] La idea era que, al eliminar a la persona fundadora de la imagen, terminarían con el movimiento. Y aunque esta táctica estaba lejos de ser exitosa en Europa, la Inquisición tuvo éxito en adoctrinar a las colonias españolas y portuguesas, quienes estaban en su mayor parte libres de la influencia extranjera. Los iberoamericanos percibieron la Reforma como una infección, una herejía que amenazaba la ortodoxia de la Iglesia, y la culpa fue puesta a los pies del reformador alemán. Como explica el erudito luterano Andrew L. Wilson:

Lutero en Iberoamérica no es un hombre, ni siquiera un teólogo herético. Él es un misterio cuando no es un demonio absoluto. Si para los alemanes Lutero era la serpiente de bronce de Moisés, sostenida en alto para ahuyentar a las serpientes malvadas y curar a los enfermos en el desierto, los españoles lo rechazaron como un ídolo apestoso y engañoso, como le sucedió a la misma serpiente de bronce bajo Ezequías.[4]

Esta demonización es la razón por la cual, incluso hoy, el protestantismo se ve desde una luz negativa en los ojos de los católicos iberoamericanos. Lo que empeoró las cosas fue que la Reforma había comenzado casi al mismo tiempo que un movimiento herético y místico en España, los “alumbrados”. Sin ahondar mucho en ello, los alumbrados eran originalmente católicos y judíos que adoptaron ciertos elementos de la teología luterana y los incorporaron a un gnosticismo renovado para el siglo XVI, revivido de su herencia visigoda.⁠[5] Eran místicos que buscaban eliminar los sacramentos, redefinir el pecado y la realidad, y experimentar el contacto directo con Dios. Dado que las enseñanzas luteranas habían sido aceptadas por los alumbrados, la Inquisición creía que era conveniente agruparlos como si fueran la misma cosa, y lograron que la falsa imagen de Lutero como corruptor en lugar de reformador fuera más fácil de creer. Pero ¿por qué tanta malicia? ¿Por qué tanta resistencia a lo que podría haber revitalizado la fe cristiana en España?

Desde que España fue reconquistada de los musulmanes en 1492, las autoridades monárquicas trataron de consolidar a España como una nación unida bajo una religión, el catolicismo romano. Esto es lo que dio origen a la Inquisición, una institución religiosa dedicada a combatir la herejía. La Inquisición fue despiadada. La herejía se castigaba con la muerte, y todo lo que los cristianos habían sufrido durante la ocupación musulmana se repetía en las autoridades católicas, con el girar de los roles. Los musulmanes fueron el primer objetivo de los Inquisidores, luego vinieron los judíos, y una vez que trataron con ambos grupos al expulsarlos de la tierra, “Lutero apareció en el momento justo para salvar a una institución en una crisis de identidad”⁠.[6] Los protestantes fueron los siguientes en la lista, pues considerar un tinte de sus enseñanzas de reforma habría sido como un rasgo de debilidad en la constitución religiosa de España y Portugal.

¿Qué llegó a Iberoamérica?

En cuanto a qué material de reforma llegó a Iberoamérica, podemos decir con certeza que las obras de un predicador católico en Sevilla, Constantino Ponce de la Fuente, llegaron a los manos de los iberoamericanos. Ponce era un protestante encubierto, fuertemente influenciado por los escritos de Lutero. Escribió varios libros, tales como la Exposición del primer salmo,⁠[7] Confesión de un pecador,⁠[8] Sermón de nuestro Redentor en el monte,⁠[9] y Suma de doctrina cristiana.⁠[10] Sus obras fueron importadas y distribuidas en las colonias españolas y portuguesas, donde, por ejemplo, el obispo franciscano Juan de Zumárraga (primer obispo de México) aplicó sus enseñanzas al campo misionero mesoamericano.⁠[11]

De hecho, hay evidencia de que los nahuas y zacatecas de México fueron instruidos por los escritos de Ponce en los fundamentos bíblicos de la fe cristiana.⁠[12] Pero Ponce no pudo evitar el resultado inevitable de un protestante encubierto trabajando en España. Fue condenado por la Inquisición cuando unos documentos de carácter luterano escritos por él fueron tomados de uno de sus seguidores encarcelados. Él esperaba, siendo un sabio teólogo y exegeta, reformar la Iglesia católica romana desde dentro, y a través de sus escritos establecer las bases doctrinales para el trabajo misional de las colonias iberoamericanas. Sus convicciones protestantes, sin embargo, significaron su martirio.⁠[13]

Debido al fervor religioso de la Inquisición, no se cree que las obras de Lutero, o la de los otros reformadores aparte de Ponce, hayan llegado a Iberoamérica. Quizá en algunos casos aislados algunos escritos fueron contrabandeados por pequeñas células protestantes, pero con base en la evidencia histórica actual (o al menos, evidencia que es de fácil acceso para nosotros), no es probable que se hayan conservado. Enviar obras protestantes al Nuevo Mundo era una tarea peligrosa, pues la Inquisición a menudo filtraba publicaciones importadas y destruía cualquier cosa protestante que pudieran encontrar. Además, el remitente podía ser rastreado si no cubría sus huellas.

El pensamiento detrás de la censura inquisitorial era que, si el protestantismo estaba creciendo en Europa, España debía asegurarse de que el catolicismo romano creciera en el resto del mundo. Después de todo, el orgullo de España era ser el campeón del catolicismo, y buscaba lograr este fin por cualquier medio posible.

Podemos, sin embargo, decir con certeza que tenemos evidencia de que la primera traducción de la Biblia al español, la Biblia del oso, fue contrabandeada exitosamente a América Latina poco después de su publicación en 1569. Casiodoro de Reina, un reformador protestante español que fue exiliado de su tierra natal, completó su traducción del Antiguo y Nuevo Testamento en la lengua vernácula española. Su edición fue seguida por una revisión posterior hecha por su amigo, Cipriano de Valera, llamada la Biblia del cántaro, en un esfuerzo de perfeccionar la traducción. Estas Biblias fueron contrabandeadas al Nuevo Mundo, con comunidades protestantes dispuestas a correr el riesgo de recibirlas. Desafortunadamente, dada la presencia de la Inquisición en Iberoamérica, la Biblia del oso fue descubierta y destruida poco después. Como nos informa el erudito Cornelius Hegeman:

Se informó que el obispo Agustín Dávila Padilla (quien en 1599 llegó de México a Santo Domingo) tomó 300 copias de la Biblia protestante en 1599 y ordenó quemarlas en público. El concilio de Trento prohibía a los laicos leer la Biblia. [⁠14]

La Biblia protestante habría experimentado un destino similar en otras colonias españolas, lo que llevó a impresores y contrabandistas protestantes a experimentar con su práctica general; alteraron la apariencia de impresiones futuras para engañar a los inspectores de la Inquisición. Tenemos evidencia de esto, por ejemplo, en la colección de antigüedades de la Biblioteca Nacional de Colombia, donde se encuentra la Biblia del oso de 1622.⁠[15] Esta Biblia perteneció al lingüista colombiano Rufino Cuervo, quien la recibió como regalo luego de haber sido rechazada por la Compañía de Jesús al descubrir sus contenidos protestantes.⁠[16] En lugar de las imágenes de portada habituales del oso o del cántaro, se usó un Pegaso en un intento de engañar a los inspectores de la Inquisición, dado que tanto la Biblia del oso como la del Cántaro estaban en la lista de los libros prohibidos.⁠[17] Aunque los detalles sobre cómo llegó a América Latina se han perdido, podemos concluir que cruzó el Atlántico en un barco de importación. Para aquellos que puedan estar interesados, esta copia de la Biblia ha sido digitalizada y está disponible para la vista del público.⁠[18]

Es un misterio cómo Cuervo logró permanecer sin detección y con la posesión de esta Biblia, aunque podemos suponer que la imagen de la portada del Pegaso y su texto de apertura en latín fueron suficientes para evitar la detección inquisitiva. Si alguien en el Nuevo Mundo hubiera sido encontrado alguna vez con la Biblia del oso, o con cualquier otra literatura protestante, habría significado ya sea el martirio de no retractarse, o la exclusión, como le pasó a Lutero, quien se retiró a un santuario seguro en Alemania.

Había refugios seguros en el Nuevo Mundo que estaban bajo protección extranjera, la única razón por la que algunos protestantes escaparon de la Inquisición.⁠[19] No obstante, el tiempo colonial resultó ser un período oscuro en la historia de Iberoamérica, y no se permitió ninguna tolerancia religiosa en el imperio de la España católica romana, ya hacia el protestantismo, el judaísmo, o cualquier otra cosa. Se buscaba una uniformidad religiosa forzada.

La ausencia de influencia protestante

Como resultado de los esfuerzos de la Inquisición y la contrarreforma en Iberoamérica, la Reforma protestante tuvo poca o ninguna influencia en el desarrollo de la religión y la sociedad iberoamericana. Por el contrario, su ausencia dio paso al animismo, al sincretismo religioso, y al modernismo posterior. Como escribe el pastor Miguel Núñez:

La cosmovisión latinoamericana ha sido mayormente animista, sincretista y modernista. […] El animismo ha influenciado no solo a la tradicional Iglesia de Roma, sino también a muchas de las creencias antibíblicas manifestadas en iglesias “evangélicas” que abusan de la práctica de los dones sobrenaturales del Espíritu. “Modernismo” es la mejor forma de etiquetar la cosmovisión del continente, mezclada con catolicismo romano, deísmo, y animismo. [⁠20]

Todos estos hechos muestran una imagen que explica por qué la vida cristiana en la región no experimentó la misma transformación y prosperidad que la de Europa y América del Norte, y por qué no sirvió como instrumento para la transformación de su cultura.⁠[21] Al final, la cultura solo puede reflejar la cosmovisión religiosa de la gente, la cultura es la religión exteriorizada del pueblo. No debe sorprendernos entonces que la cultura iberoamericana no haya exhibido los frutos de las convicciones bíblicas y protestantes en su historia, debido a que no hubo ninguna, y si la hubo, ciertamente fue anémica.

Eso no es para desacreditar a las iglesias protestantes actuales que trabajan en los campos misioneros, o los misioneros pasados que han sufrido por mucho tiempo para plantar iglesias bíblicamente reformadas; simplemente significa que el protestantismo, como influencia cultural importante, ha estado ausente durante gran parte de la historia de Iberoamérica, pero si Dios quiere, no por mucho tiempo.

Lea la edición extendida en La Fuente, Vol. 1: Un llamado a la reforma, no. 1/2021


[1] Joyce E. Salisbury, The History of Spain: Land on a Crossroad (USA: The Great Courses, 2017), Chapter 14, Audiobook.

[2] Greg Morse, “Jan Hus c. 1369-1415”, Desiring God. Accessed Dec. 10, 2018, https://www.desiringgod.org/articles/the-goosefather

[3] Andrew L. Wilson, “The Unfortunate Fate of Luther in the Ibero-American World” in Studies in Luther (USA: Lutheran Forum, Summer 2009), 29.

[4] Ibid.

[5] Ver Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos Españoles (Madrid, Spain: Editorial Católica Española, 1880), Book II, 521-585; Book III, 403-408.

[6] Ibid., 31.

[7] Exposition of the First Psalm.

[8] Confessions of a Sinner.

[9] Sermon of Our Redeemer on the Mount.

[10] The Sum of Christian Doctrine.

[11] Wilson, “The Unfortunate Fate of Luther in the Ibero-American World”, 32.

[12] Ibid.

[13] A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the Sixteenth Century (London, UK., Tamesis Books Limited, 1975), 9.

[14] Cornelius Hegeman, La Reforma en America Latina y el Caribe (Guadalupe, Costa Rica: Editorial CLIR, 2017), 37-38.

[15] Pablo Rodriguez J., “La Biblia del Oso,” Biblioteca Nacional de Colombia. Accessed November 09, 2018, http://bibliotecanacional.gov.co/es-co/colecciones/biblioteca-digital/publicacion?nombre=La%20Biblia%20del%20Oso&fbclid=IwAR25Mq14IT6lhaA0ykv7i_3Fji582npAe-Ncdstu7-zEI1d6jaqlzuppfj8/.

[16] Ibid.

[17] Ibid.

[18] Ber “Indices: fcuervo_2933,” Biblioteca Nacional de Colombia. Accessed November 09, 2018, http://bibliotecanacional.gov.co/content/conservacion?idFichero=133565/.

[19] Ver Hegeman, La Reforma en America Latina y el Caribe, 37-38.

[20] Miguel Núñez, El Poder de la Palabra para Transformar una Nación (Medellín, Colombia: Poiema Publicaciones, 2016), 10.

[21] Ibid., 11.