Ninguna conmemoración de la Reforma protestante está completa sin recordar al reformador quien es a menudo olvidado, quien desarrolló una fe cristiana comprensiva: Pierre Viret. Su obra en el siglo XVI fue definida por su “aplicación comprensiva de toda la Escritura a toda la vida”.[1] Y esto significaba que la fe Cristiana no era una fe privatizada o miope, con un enfoque en la justificación solamente, sino más bien vinculante y aplicable a todas las facetas de la vida.
La vida de Viret
El nativo de Orbe (Suiza), cursó estudios religiosos en París para entrar en el sacerdocio Católico, pero habiendo sido expuesto a la enseñanza e influencia de Martín Lutero a través de su tutor personal, Marc Romain, abandonó sus estudios y huyó de Francia con miedo de ser perseguido por su conversión protestante. Este cambio de corazón y mente se produjo al recuperarse la verdad bíblica en la enseñanza de la iglesia, la cual expuso el catolicismo romano de la época como falso y corrupto. Esto encendió un fuego en Viret que lo instó a descubrir las profundidades y riquezas de la Escritura, y cómo estas se aplican al hombre y sus actividades cotidianas.
Viret comenzó a ministrar en su ciudad natal a los veinte años (1531), con el apoyo de William Farel. Mucha gente se reunía en los servicios, y los vecindarios se congregaban a escuchar su exposición de las Escrituras. A medida que el interés crecía, y mientras Viret se hacía cada vez más consciente de la misión de la iglesia de proclamar y aplicar las buenas nuevas de la Palabra de Dios, se dirigió a otras ciudades para propagar este evangelio. Algunos lugares recibieron a Viret con brazos abiertos y la gente fue receptiva a la fe protestante, pero en otros lugares —como Payerne y Ginebra (antes de la llegada de Juan Calvino)— sufrió persecución y casi fue asesinado por espada y veneno.[2]
Fue su testimonio fiel en tal sufrimiento, sin embargo, que iluminó a la población común y, finalmente, provocó la expulsión del romanismo por decisión del Consejo General de Ginebra, llevando a que la Reforma protestante fuera adoptada.[3] El perseverante ministerio de Viret y Farel fue decisivo en preparar a Ginebra para la llegada de Calvino, y de hecho, estos dos se unirían a Calvino como los primeros reformadores de la Suiza francesa.
La contribución de Viret
La contribución de Viret a la Reforma se encuentra en los cincuenta libros que publicó en francés y en latín (algunos de los cuales aún no están disponibles para el público). Fue un escritor prolífico, y uno de los más grandes portavoces de la fe protestante junto a Lutero en el siglo XVI. En cuanto a su erudición, es percibido por los historiadores como estando a la par con Calvino, complementando su ministerio de reforma. Como el erudito Jean-Marc Berthoud había escrito:
Si su buen amigo, Juan Calvino, era el consumado dogmático y el príncipe de los exégetas, Pierre Viret debe ser considerado como el mejor ético y el apologista más agudo del siglo XVI.[4]
De hecho, al consultar sus diversos escritos, su publicación más definitiva debe ser considerada como a la par con la Institución de Calvino para la religión cristiana. El libro de Viret, La instrucción cristiana en la doctrina de la ley y el evangelio, es una hermosa y completa exposición y aplicación de los diez mandamientos a cada esfera de la vida. Es una obra maestra reformada que ha sido recuperada de la historia pasada, y brilla luz sobre el desarrollo temprano de una fe comprensiva cristiana. Para citar a Viret sobre el alcance y la extensión de la ley de Dios, él escribe:
Dios ha incluido en esta Ley todos los aspectos de esa doctrina moral por la cual los hombres pueden vivir bien. Porque en estas leyes ha hecho infinitamente mejor que los filósofos y todos sus libros, ya sean éticos, económicos, o políticos. Esta Ley está muy por encima de toda legislación humana, ya sea pasada, presente, o futura, y está por encima de todas las leyes y estatutos edictos por los hombres… Esta Ley, si se entiende correctamente, nos proporcionará una verdadera ética, económica y política.[5]
El estudio de Viret de la Palabra de Dios reveló el amplio alcance de la fe cristiana, el dominio total del señorío de Cristo, y la relevancia duradera de su revelación de palabra-ley para el hombre en cada esfera de la vida. No abogó por un biblicismo, que sería un abuso de la Escritura, sino más bien por la interpretación y la aplicación cuidadosa de los principios bíblicos, para cultivar y luego realizar una verdadera cultura, en la que pudiera haber verdadera ética, economía, política, etc. Una verdadera cultura solo puede existir cuando está estructuralmente arraigada en la palabra-ley de Dios, y cuando la adoración predominante del pueblo está dirigida hacia el verdadero Dios creador de la Escritura.
Esta exhaustividad de la fe cristiana no es, pues, un concepto nuevo, sino una verdad bíblica recuperada en el movimiento de la Reforma. Sin embargo, en la actualidad, el trabajo de Viret ha sido en muchos aspectos descuidado y casi olvidado. Hay varias razones para esto, y dejaremos la discusión principal a los historiadores, pero para mencionar brevemente dos:
Primeramente, la historia nos muestra que la Institución de Calvino eclipsó el trabajo de Viret y, dada la popularidad de esta obra, las publicaciones más definitivas de Viret nunca fueron prioridad para su traducción. Como resultado, hasta el día de hoy hay una falta de accesibilidad a gran parte de su trabajo.
En segundo lugar, los líderes de la iglesia también fracasaron en conservar esta verdad bíblica en su predicación y enseñanza, y por esta razón la contribución de Viret a la Reforma fue dejada en el estante, mientras que otras contribuciones de la Reforma tomaron el escenario central.
Desafortunadamente, el resultado inevitable de una fe cristiana incompleta fue que dicha fe ha sido suplementada con pensamientos no-bíblicos y apóstatas. Esto llevó a un dualismo no-bíblico en cómo la iglesia percibe la realidad. Como escribió un comentarista reformado: “El gran problema en la interpretación de la Escritura por parte de la Iglesia ha sido su orientación eclesiástica, como si Dios hablara solo a la iglesia, y solo mandara la iglesia”.[6] Este paradigma dualista es el de lo secular versus lo sagrado, y este “dualismo” no se originó en la Ilustración (aunque en ella se desarrolló), sino que puede remontarse a los escolásticos medievales, e incluso a la época patrística.
El trabajo de Viret era un remedio a este impedimento. Al recuperar la verdadera enseñanza de la Escritura, él estaba aliviando a la Iglesia de su anemia misional, y así permitiéndole cumplir su misión en el sentido más pleno. Y haríamos bien en seguir su dirección de pensamiento, porque una fe comprensiva cristiana es exactamente lo que enseña la Escritura.
Por ejemplo, la imaginería usada en Zacarías 5:1-4 de un rollo volador que cubre una ciudad entera es significativa, ya que retrata el alcance total de la revelación de la palabra-ley de Dios. Y en su carta a los Corintios, Pablo escribe sobre la realeza universal de Jesús en que Él “debe reinar hasta que haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies. Y el último enemigo que será eliminado es la muerte” (1 Cor. 15:25-26). El rollo volador que cubre todo, y la sujeción de todas las cosas bajo los pies de Cristo, nos enseña que la Palabra de Dios es autoritativa y gobernante para el hombre en sus esferas de vida familiar, la Iglesia, el estado, la escuela, los negocios, las artes, las ciencias, la política, y todo lo demás. Toda la realidad es la realidad creada por Dios, no hay nada fuera del dominio de Cristo, ni siquiera lo que el hombre pueda hacer de la creación de Dios. Nada es verdaderamente “secular” o “neutral”, todas las cosas están sujetas al rey Jesús y a su palabra soberana.
La inmensa prominencia de nuestra fe cristiana “privatizada” sería un horror para Viret, porque en muchos aspectos va en contra de la Reforma; pero él también vería la oportunidad para corregir el curso. La visión de Viret, fiel al espíritu de la Reforma, fue recuperar los fundamentos bíblicos para nuestro tiempo, para ayudar a la iglesia en su mandato de avanzar el reino de Dios en la tierra y proclamar la soberanía total de la palabra de Dios. Nosotros como cristianos debemos mantener esta visión, aferrándonos a la sola Scriptura, y aplicando las verdades eternas de Dios a cada área de la vida. De esta manera podemos caminar en obediencia a nuestro Señor en cumplimiento de nuestro llamado, y recordar el legado de Viret, ese “fiel siervo de Dios Todopoderoso que toda su vida trabajó para llevar a todos los pensamientos de sus contemporáneos cautivos a la obediencia de Jesucristo y de su Palabra total”.[7]
[1] Martin G. Selbrede, “Why All This Fuss About Pierre Viret?”, Faith for all of Life: Proclaiming the Authority of God’s Word Over Every Area of Life and Thought March-April (2011), 2.
[2] See R.A. Sheats, “Pierre Viret: The Unknown Reformer,” Faith for All of Life March/April (2011), 3.
[3] Ibid.
[4] Jean-Marc Berthoud, “Pierre Viret And The Total Sovereignty Of The Word Of God,” Faith for All of Life March/April (2011), 12.
[5] Pierre Viret, Instruction chrétienne en la doctrine de la Loi et de l’Evangile (Genève, 1564), 255.
[6] R.J. Rushdoony, Romans & Galatians (Vallecito, CA.: Ross House Books, 1997), 1.
[7] Berthoud, “Pierre Viret And The Total Sovereignty Of The Word Of God,” 14.