“Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él” (Juan 3:17, NVI).
Juan utiliza la palabra “mundo” ciento cinco veces; setenta y ocho en su Evangelio, veinticuatro en sus Epístolas y tres en el Apocalipsis. Si usted lee en el evangelio de Juan, su conocidísimo Juan 3:16, que dice:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Y, luego se lee en su casi desconocido 1 Juan 2:16:
Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
¿Porque esto es así? En la primera significación, se refiere a los seres humanos, los cuales conforme a su plan eterno, él ha venido a salvar. En la segunda acepción se refiere al sistema antagónico a Dios, contrario a sus planes, y que distrae al ser humano engañado por Satanás, vendiéndole lo temporal por lo eterno. Es un lazo que el diablo ha tendido, inclusive a los cristianos nacidos de nuevo, para desviarnos del verdadero propósito de Dios para nuestras vidas en esta tierra.
Como lo dijo Jesús: “No ruego que lo quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). El cristiano nacido de nuevo tiene una doble nacionalidad, por una parte está en este mundo temporal con sus distracciones y falsos logros, mientras vive confiado en su destino eterno, que en un sentido ya tiene y que espera al mismo tiempo, pero, tiene una misión histórica que cumplir en este mundo, y no puede ser otra que la que tuvo Jesús mientras caminó en esta tierra, cuando nos dijo: “Yo he venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc.19:10). Nuestra misión en esta vida temporal involucra llevar las buenas noticias que Dios nos da de la salvación en Jesús, al mundo perdido, tal y como él lo dijo a sus discípulos una vez resucitado, y nos los repite hoy: “Como me envió el Padre, así también yos os envío” (Juan 20:21b).
Ciertamente tenemos frente a nosotros un mundo en llamas, buscando la solución en donde jamás la encontrará. Las multitudes necesitan comida, conocimientos, vestidos, salud, pero especialmente necesitan a Jesús. Aunque en el presente sistema los gobiernos prometen acabar con tres grandes problemas: pobreza, analfabetismo y enfermedad, y aunque existen países con mucho dinero para hacer esto, la corrupción del ser humano en un sistema antagónico a Dios, no lo permitirá. No le pidamos a la tierra que nos dé, lo que solamente el cielo puede dar. Aunque cada cristiano nacido de nuevo tiene, y debe hacer lo posible para aliviar el dolor del ser humano, no abriguemos la esperanza en lo temporal sino en lo eterno.
Ninguna organización humana del mundo como sistema antagónico a Dios, hará lo que solamente la Iglesia del Señor debe hacer: Evangelizar. Llevar el mensaje de salvación como lo han hecho los hombres y mujeres a través de los siglos, y aun, si fuere necesario dar sus vidas por ello, tal y como hoy está sucediendo en muchos lugares del mundo. Este mensaje debe ser comunicado a todos los seres humanos, hasta la última frontera, porque evangelizar es el mejor regalo que le podemos dar a este mundo.